Una de cada tres personas que hacen investigación en Chile, es mujer. Esa es la principal cifra que revela la Tercera Radiografía de Género presentada este año por el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación (MinCiencia).
Lentamente, las mujeres investigadoras están aumentando y están trabajando en la academia y en la investigación. La brecha está mejorando pero todavía falta.
Para promover la igualdad de género en el mundo de la investigación y aumentar la presencia de mujeres en carreras relacionadas con las ciencias y la generación de conocimientos, desde el MinCiencia lanzamos una campaña comunicacional para destacar investigadoras que hoy están haciendo ciencia a lo largo del país y desde distintas áreas.
¡Conócelas e inspírate!
- Macarena Fuentes G.
- Francisca Bernal R.
- Javiera Cubillos A.
- Berta Schnettler M.
- Daniela Haro D.
- Macarena Bonhomme
Macarena Fuentes Guajardo
TECNÓLOGA MÉDICA,
MACROZONA NORTE (REGIÓN DE ARICA Y PARINACOTA)
Ariqueña dedicada al estudio de los genes que por estos días está viviendo en Londres junto a su esposo y su hijo Facundo (3) para seguir indagando en la genética de gemelos y gemelas. Cree en el poder de la curiosidad y confía en los procesos del aprendizaje.
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Preguntona por naturaleza, desde siempre ha buscado saber más de todo. Macarena Fuentes Guajardo nació en Arica el 28 de agosto de 1981 y reconoce que desde niña fue “muy, muy curiosa”. Es Tecnóloga Médica de la Universidad de Tarapacá (UTA), Magíster en Ciencias en esta misma universidad, tiene un Doctorado en Genética de la Evolución Humana en University College London y ahora realiza un postdoctorado en esta misma universidad centrando su estudio en la identificación de variantes genéticas asociada al nacimiento de gemelos.
¿Siempre quisiste ser tecnóloga médica?
“Soy tecnóloga médica de laboratorio clínico, hematología y banco de sangre. Siempre fui curiosa. Muy muy curiosa, desde muy chica. Siempre preguntaba por qué a todos. Mi papá, con mucha paciencia y muy culto, siempre sabía. Hasta ahora. Todavía hay cosas que él resuelve y me contesta. Creo que esa curiosidad fue fomentada por mis padres. Hoy veo a niños que preguntan mucho y no siempre se les responde”.
Macarena incluso recuerda el momento exacto en que supo de la existencia del ADN, su principal materia de estudio en la actualidad. “Cuando tenía como ocho años, me pidieron unas tareas en el colegio. Era sábado, nunca se me olvida. Mis papás son del área de la salud. Yo tomé un libro en el que debía buscar información y empecé a leer sobre las mitocondrias y que había dentro ADN. Y ahí me enganché con eso. Empecé a leer más y me gustó”, cuenta.
Toda su vida ha transcurrido en Arica, desde el jardín hasta la enseñanza media . “Los primeros seis años lo hice en la escuela Junior College y la otra mitad, de séptimo a cuarto medio, en el Colegio Andino”. De esta época escolar reconoce que fue clave una iniciativa que gestaron sus padres junto a un grupo de amigos también con hijas e hijos en etapa escolar. “Mis papás no estaban muy de acuerdo con los sistemas de educación que había en ese momento. Entonces con un grupo de otros papás se organizaron y crearon un jardín infantil y los hijos asistíamos ahí. Después, según íbamos creciendo, hicieron el Colegio Andino. Teníamos más horas de educación física, más horas de inglés, teníamos que leer 20 minutos en las primeras horas del día. Los profesores enseñaban lógica matemática, no era solo repetir y copiar fórmulas”, recuerda.
Esos mismos procesos de aprendizaje intenta repetirlos con sus alumnos en la Universidad de Tarapacá. “Trato de ayudarlos desde lo que sé. Porque claro, yo soy tecnóloga, no he hecho nada con pedagogía, pero trato de buscar formas de evaluar que sean correctas”.
Cuando llegó el momento de ingresar a la universidad, Macarena postuló y quedó en Ingeniería en Biotecnología en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile. Se fue a Santiago pero no se acostumbró a la ciudad y decidió volver. “Yo soy de Arica, nacida y criada en Arica. Me gustó la carrera, pero nunca me adapté en Santiago. Cuando volví, entré a Tecnología Médica de la Universidad de Tarapacá, que es la misma universidad donde trabajo. Era como lo más parecido y había trabajo, tenían laboratorio y eso era importante porque siempre me gustó la investigación y esta carrera sería el camino para llegar a hacer investigación”, declara.
¿Cuál fue la primera investigación en la que participaste?
En la Universidad Tarapacá (UTA) existe el Instituto de Arte e Investigación y cuando yo terminé mi carrera de pregrado, había investigadores de distintas áreas y entre ellos estaba Francisco Javier Rothhammer Engel. Él necesitaba a alguien que pusiera a andar su laboratorio y me puse a trabajar en eso. Había que instalar equipos y procesos con todas las técnicas para aislar ADN, PCR, entre otras cosas. Defendí mi tesis de pregrado el 31 de marzo y el 1 de abril fui a una entrevista con don Francisco y quedé en ese trabajo. Y ahí empezó todo. Fue mi primer acercamiento con la genética que era lo que yo siempre había buscado.
En ese momento el profesor Rothhammer (Premio Nacional de Ciencias Naturales 2016, investigador genetista y académico de la UTA) trabajaba en un proyecto denominado Consorcio para el Análisis de la Diversidad y Evolución de Latinoamérica (CANDELA) que buscaba analizar la diversidad y evolución de Latinoamérica junto a varios investigadores de la región y otro investigador de UCL, financiado por Welcome Trust, una institución británica benéfica de investigación biomédica. Macarena Fuentes fue la encargada de realizar el muestreo, la logística, la preparación y aplicación de muestras a más de 2.000 personas chilenas. Estando en este proceso, surgió la posibilidad de viajar a Inglaterra para seguir estudiando su doctorado.
¿Qué destacarías del doctorado y la investigación que pudiste realizar?
“Terminando el 2014 me fui a Londres y en enero de 2015 comencé el doctorado. Y ahí estuve hasta 2019. Eso fue para mi la expansión máxima. Yo siempre he dicho que para mí hay un antes y un después del doctorado, porque no es solo una experiencia académica, en el sentido de que se aprende muchísimo, que trabajas en un grupo donde se hace investigación de buen nivel y por lo mismo, adquieres muchas habilidades, sino que también me di cuenta de que no se trata solo de una investigación sino de una forma de vida, porque lo que haces te apasiona tanto que en tu vida vas tomando decisiones que son en favor de esta carrera. Es como decir, ya no trabajo solo para vivir, para ganar dinero, sino que siempre estás pensando en tu carrera más que como un trabajo, le tomas cariño y vives para ella”.
¿Es como la curiosidad de los niños que siempre quieren saber más?
“Es como el goce del saber. Y la mayoría de las niñas y niños lo tienen. Facundo, mi hijo, tiene tres años y es también curioso. De alguna manera trato de no apagarlo, intento enseñarle cosas pero siempre incorporando el juego para que aprender no se vuelva aburrido. Trato que no se pierda esa chispa en él. Yo tuve la suerte de que en mi entorno, mi familia potenciaba la curiosidad: yo preguntaba y me conversaban o me daban la oportunidad de buscar o me apoyaban si veían que era buena en algo.”
Un ejemplo del potenciamiento de esas habilidades está en su gusto por el piano. “Empecé a tocar piano a los cuatro años. En ese tiempo, mi papá compró un piano porque él quería aprender. Mi mamá sabía solo una canción y yo la escuchaba tanto que me la aprendí de memoria y un día la toqué. Ellos se dieron cuenta que tenía habilidad y la potenciaron, buscaron un profesor para mí. Sé que soy una afortunada, porque no todos los niños tienen esa opción, por eso creo que debieran haber formas que permitieran que la mayoría de los niños tuvieran acceso a este tipo de cosas”.
En su afán por descubrir, dedicó parte de su tiempo también al buceo. Respecto del rol musical, declara que hoy éste está en manos de su esposo quien en casa toca más piano que ella. Cuando puede, también busca un lugar donde nadar, deporte que siempre tiene espacio cuando está en Arica.
Gemelos por el mundo
Mientras hacía el doctorado, Macarena comenzó a trabajar con un grupo de investigadores que estudiaban el nacimiento de gemelos y buscaban saber cuál es la fase genética y los mecanismos moleculares que estaban involucrados en la generación de gemelos. Dicho de otra manera, intentaban explicar por qué razón y en qué momento de la gestación el embarazo daba origen a dos fetos.
Para ello, viajó primero a una zona del sur de Brasil para investigar un poblado dueño de una tasa más alta de nacimiento de gemelos. Más tarde viajó a India para tomar muestras y analizar los genes de personas que habitaban una aldea en la que también había más gemelos que la media mundial para este tipo de nacimientos. En ambas investigaciones fue la encargada de tomar las muestras de sangre y saliva de los gemelos para el análisis y no siempre con las mejores condiciones si se considera la ruralidad, el idioma, las diferencias culturales y el machismo de algunos varones del grupo estudio y también de sus pares investigadores.
Hoy está de vuelta en Londres para continuar con su postdoctoradoque seguirá la misma línea de investigación en gemelos pero más avanzada. Ya no se trata solo de conseguir muestras y caracterizarlas sino estudiar las zonas específicas del genoma que ya están identificadas y que se sabe están relacionadas con la formación de más de un feto.
En la UTA, es profesora asistente y durante la pandemia de Covid-19 participó activamente en el desarrollo de la vigilancia genómica de patógenos en su región, trabajo que permitió la creación del Centro de Genética y Genómica Uasara, del que es directora.
Francisca Bernal Ruiz
PSICÓLOGA,
MACROZONA CENTRO (REGIÓN DE VALPARAÍSO)
Cuando era niña la diagnosticaron como “hiperquinética”. Hoy su investigación se centra en el estudio de las funciones cognitivas de niñas y niños que explican su aprendizaje.
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Nació en Chiloé pero toda su vida ha transcurrido entre Valparaíso y Viña del Mar. Francisca Bernal es psicóloga de la Universidad de Valparaíso, magíster en Pedagogía Universitaria de la Universidad de Playa Ancha de Ciencias de la Educación y también Doctora en Psicología por la Universidad de Oviedo, España. Es precisamente esta formación la que permite su investigación actual que une la psicología con la educación.
El colegio David Trumbull, en Valparaíso, la acogió en su educación escolar. “Está cerca de la subida Ecuador, en el cerro Yungay, casi llegando a la Avenida Alemania. Es el colegio presbiteriano más antiguo de Valparaíso. Siempre fui buena alumna pero muy inquieta. Mis buenas notas siempre me salvaban de estar condicional”, dice riendo. Reconoce que era rebelde y siempre buscaba la justicia para sus compañeros. “Los profesores me decían que estudiara derecho por lo empecinada que era para defender mi punto de vista”, recuerda.
Algo que destaca de su etapa escolar, es su gran capacidad lectora y si de anécdotas se trata recuerda una que ocurrió cuando estaba en la prebásica: “A los 4 años en una salida pedagógica del colegio, en un día de lluvia, vi una poza en el suelo y metí la cabeza de un compañerito en ella. Y cuando me preguntaron por qué lo había hecho, mi respuesta fue que yo veía que en la poza se reflejaba el cielo y quería saber hasta dónde llegaba, y obviamente no iba a meter mi cabeza, entonces no encontré nada mejor que meter la de un compañero. Llamaron a mi apoderado y me llevaron al neurólogo, la conclusión fue que era “hiperquinética”.
Hoy, cuando han pasado más de 40 años de aquella vez, Francisca tiene un diagnóstico diferente para sí misma: “Aprendía rápido y me aburría en la sala de clases. Hoy lo he estudiado. Se reconocen como niños con altas capacidades. Me da la impresión de que yo iba más por ese lado, porque me aburría y ahí empezaba a desordenarme”, señala.
¿Cuándo decidiste que querías ser psicóloga?
Yo te diría que como en séptimo básico me acuerdo haber dicho “quiero ser psicóloga”. No pensaba en la investigación, sino en ayudar a los demás, en atender pacientes. Siempre tuve como esa vocación de servicio, de ayudar al que lo necesitaba. Mi mamá quería que yo fuera periodista porque no me veía encerrada en una consulta, sino buscando noticias. Incluso en cuarto medio me llevó a hablar con un psicólogo y un periodista para que conociera más de las carreras. Pero yo quería ser psicóloga, quería y siempre quise.
Su paso por la universidad no fue tan distinto al del colegio. Entró con 17 años y tenía buenas notas, nunca repitió un ramo. También fue ayudante del curso metodología de la investigación y ahí fue descubriendo su pasión. “Esta área me gustaba mucho, tenía mucho que ver con mi perfil, de querer saber cosas, de querer buscar explicaciones. Después, me encanté con el área de la psicología educacional cuando estaba en cuarto año. Sentí que la educación es desde donde podemos resolver problemáticas sociales, de salud mental, de familia. La educación es un espacio muy relevante para poder hacer cambios estructurales. En psicología educacional tú tienes la posibilidad de impactar a mucha más gente. Terminé a los 23 años la carrera y al poco tiempo me especialicé en pedagogía universitaria porque me gustaba hacer clases, sabía que tenía habilidad para enseñar pero no tenía formación pedagógica. Ingresé a trabajar unas horas a la UPLA y hablaban de currículum, de evaluación, cosas que no entendía”, reconoce.
¿Cómo llegas de la psicología a la educación?
A través de la psicología educacional. Trabajo en la formación inicial docente y con futuros psicólogos y psicólogas educacionales, también con profesores que ya están en el sistema. Eso genera una sinergia bien interesante porque puedo ver el fenómeno educativo desde distintos actores y así tener una mirada más macro. Llevo casi 12 años trabajando en el estudio de las funciones ejecutivas, en conocer estas funciones mentales que explican el aprendizaje y he hecho varias investigaciones en torno a eso. También he investigado sobre las competencias parentales y marentales que favorecen estas funciones cognitivas en los niños y niñas. Además, he hecho estudios en torno a su estimulación en aula, en escuelas vulnerables y es increíble descubrir que cuando se estimulan las funciones ejecutivas hay mejores resultados de aprendizaje.
Francisca, explica que existen tres grandes funciones ejecutivas: la memoria de trabajo, que permite almacenar y manipular información mientras se realiza una tarea, el control inhibitorio que sirve para inhibir los distractores y las conductas impulsivas y la flexibilidad cognitiva que permite adaptarnos a las situaciones cambiantes.
“Me fui encantando con el proceso de enseñanza-aprendizaje, con conocer más acerca de cómo aprenden los niños y niñas, principalmente en educación escolar. Luego hice mi doctorado en Oviedo, e investigué cómo la personalidad eficaz impacta en las estrategias de aprendizaje que utilizaban los estudiantes. Y ahí fui encontrando mi línea de investigación: los predictores cognitivos del aprendizaje, es decir, las funciones mentales que explican el desempeño académico diferenciado de los y las estudiantes”, explica.
Para esta psicóloga, la educación inicial es muy potente para la generación de los aprendizajes futuros, “es una ventana cognitiva, una oportunidad importantísima para gestar los aprendizajes futuros”.
En esa lógica, “las carreras de formación inicial docente y las y los profesores de nuestro país deben conocer y manejar herramientas de estimulación de las funciones ejecutivas en el aula”. Y lo ha demostrado con los programas y talleres que ha realizado en distintos colegios para incentivar y demostrar que haciendo pequeños cambios, que no impactan en el currículum, las y los profesores pueden trabajar la estimulación de estas funciones mentales que tanto influyen en el aprendizaje de sus estudiantes y al mismo tiempo, seguir pasando el currículum que el ministerio les indica.
“Mi hipótesis es que las funciones ejecutivas, explican la diferencia en el desempeño de niñas y niños en distintas áreas de aprendizaje. Por ejemplo, en matemáticas, los estudiantes que tienen más desarrollada la memoria de trabajo, la inhibición, la flexibilidad cognitiva y las habilidades de planificación, son niños y niñas que van a tener un mejor desempeño en esta área disciplinar. En otras palabras, si gracias a la investigación conozco qué función cognitiva permite que a los niños les vaya mejor y estimulo esa función, por añadidura, van a mejorar los aprendizajes en esa área particular. Y no estoy refiriéndome solo a las notas sino al proceso de aprendizaje en general”, explica.
Entre clases e investigación, Francisca continúa con su pasión por la lectura. Fuera de la universidad, pasa su tiempo libre leyendo y arreglando su jardín.
Es mamá de dos hijos, un niño de 14 y una niña de 12 años. “Nos gusta ver series, salir, viajar al sur y hacer camping. Viajar para mí es un hobby, me encanta conocer lugares nuevos y mi familia me acompaña. Los fines de semana salimos a andar en patines con mi hija, mientras mi esposo y mi hijo nos siguen en las bicicletas”, dice.
Javiera Cubillos Almendra
TRABAJADORA SOCIAL
MACROZONA CENTRO SUR (REGIÓN DEL MAULE)
Siente que faltan referentes mujeres en todo ámbito, especialmente en la ciencia. “El que haya habido una mujer Presidenta en el país cambia todo el imaginario de posibilidades que puedan tener las niñas”
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Javiera Cubillos Almendra, nació en Santiago el 9 de septiembre de 1984. Egresó del Liceo 7 de Providencia y estudió Trabajo Social en la Pontificia Universidad Católica. Estando en el pregrado se dio cuenta de la necesidad de seguir estudiando, primero un magíster y luego un doctorado. “Antes de salir de la carrera, yo ya sabía que quería especializarme en temas de género, porque veía que en el ámbito del trabajo social aún estaba poco tematizado”, reconoce.
El tema de la desigualdad entre hombres y mujeres y también la desigualdad entre diferentes grupos de mujeres es hoy su objeto de estudio, pero es un tema que siempre estuvo presente en sus reflexiones. “Cuando yo era niña a veces me costaba imaginar que era capaz de hacer ciertas cosas. No veía referentes o mujeres en ciertos ámbitos sociales y, particularmente, en el de la ciencia. Entonces, tuve que hacer un ejercicio de autodesafiarme para sentir que podía irme bien en la prueba de aptitud académica, que podía estudiar en la universidad, incluso que podía ser buena en algún deporte. Hoy, las niñas están un poco más conscientes de que pueden desempeñarse satisfactoriamente en diferentes ámbitos. Siempre doy este ejemplo: el que ya haya habido una mujer Presidenta en el país cambia todo el imaginario de posibilidades que puedan tener las niñas”, dice.
En el mundo científico la situación es un poco diferente, pero está convencida de que se debe seguir trabajando para romper las brechas. “En política, por ejemplo, que es un tema mucho más mediático, permite a las niñas imaginar que en el futuro probablemente puedan ser diputadas, ministras o presidentas de la república y si les preguntan qué quieren ser de grandes, es probable que estas respuestas surjan de manera espontánea. Cuando yo estudié en el colegio había una expectativa de que entráramos a la universidad, pero jamás se nos potenció, por ejemplo, que fuéramos Presidenta de la República. Ese era un lugar reservado para los hombres”.
Pero eso es diferente para los niños…
El Instituto Nacional, un colegio emblemático de la capital nacional antes solo de hombres, tenía un fuerte discurso de que ahí se formaban los grandes hombres para la sociedad. Un discurso que no estaba tan instalado en los colegios de niñas aun cuando fueran también emblemáticos. Éramos llamadas a ser cosas importantes, pero no tan heroicas como ellos. Y yo sentía esa diferencia. Por suerte, hoy hay más posibilidad de que las niñas piensen que pueden ser médicas y ya no solo se hable de médico en masculino. Hoy ya usamos un lenguaje inclusivo para muchas profesiones, algo que considero importante, sobre todo en aquellas que están masculinizadas como las ingenierías. Fisurar ese discurso, antes era impensado.
Tras terminar su carrera de pregrado, hizo un diplomado en la Universidad de Chile sobre teorías de género, desarrollo y políticas públicas. Su interés creció, y se fue a España para estudiar un magíster en Igualdad de Género en las Ciencias Sociales y es también doctora en Ciencias Políticas. Hoy es académica de la de la Escuela de Sociología y directora del Centro de Estudios Urbano Territoriales (CEUT) en la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas, de la Universidad Católica del Maule.
En marzo de 2017, tras regresar de su doctorado, volvió a Chile y se radicó en Talca. Desde la Universidad Católica del Maule, aporta a las ciencias.
¿Cómo podrías resumir el trabajo que estás realizando hoy?
He ido reforzando el interés por los estudios de género. Me interesa mucho la teoría feminista, o sea, no solamente los estudios de género. En mi doctorado me especialicé en el análisis de políticas públicas desde una perspectiva de género, y en teoría social y política feminista. Cuando llegué a esta universidad me interesé por investigar sobre migración , comunidades y territorio, también integrando una perspectiva de género, particularmente, desde un debate que me interesa bastante que es el enfoque interseccional.
¿Qué es el enfoque interseccional?
La interseccionalidad, más que dar cuenta de las desigualdades que hay entre hombres y mujeres, busca mostrar que al interior del grupo de mujeres existen otras desigualdades que hacen que algunas vivan la desigualdad de género de manera más profunda, o más compleja, como las mujeres en asentamientos informales, mujeres de clase trabajadora, mujeres adultas mayores o niñas, mujeres migrantes, mujeres que no son heterosexuales, mujeres rurales, entre otras. Entonces, la interseccionalidad es una perspectiva que se alinea mucho al interés que me llevó a estudiar trabajo social, de entender la complejidad de las desigualdades sociales y que estas suelen ser más agudas en ciertos grupos de la población.
Actualmente, Javiera dirige un proyecto que busca dialogar con la Encuesta Nacional de Uso de Tiempo (ENUT) que realiza el Instituto Nacional de Estadística (INE). “La idea es generar un insumo para que se profundice esta perspectiva interseccional. Es decir, que las mujeres tienen menos tiempo o realizan más labores de cuidado que los hombres es una evidencia, pero las mujeres también presentan diferencias internas. Hay algunas mujeres que cuidan más y en situaciones de mayor precariedad, por lo tanto son más pobres de tiempo que otras. La mayoría de las veces son aquellas que tienen menos recursos económicos, con mayores dificultades para insertarse en el mundo laboral y, por lo mismo, tienen escasa autonomía económica. También son aquellas que habitan zonas rurales o en algunos casos son adultas mayores”, explica. En otras palabras, “es una invitación a no quedarse solo en la desigualdad de género para comprender los fenómenos sociales como la pobreza, la migración, el uso del tiempo o el uso de los espacios públicos, y mirar un poco más profundo y entender las relaciones de poder de manera articulada”.
Su trabajo como investigadora se mezcla también con la formación de nuevos profesionales. “Hago clases en los tres últimos años de la carrera de sociología, doy los cursos de Introducción a las Políticas Públicas y Sociología del Género, y también cursos relacionados a la investigación cualitativa”, señala. También ha participado en algunos proyectos con niñas y adolescentes desde Explora Maule, y desde el CEUT y la Escuela de Sociología, mantiene vínculo con organizaciones comunitarias.
Fuera de la universidad, dedica tiempo al montañismo, paseos en bicicleta, yoga y natación. “Cuido de un gato que se llama Wisin. Mi casa está en Vilches, una zona rural hacia el oriente de Talca, en la precordillera. Estoy muy cerca de la naturaleza y de senderos de montaña”.
¿Cuáles son tus próximos planes?
Estoy finalizando el proyecto que intenta dialogar con la ENUT para fortalecer una perspectiva de género interseccional y un enfoque territorial en su aplicación. La ENUT es un instrumento que puede brindar información relevante para pensar el Sistema Nacional de Cuidados en el que está trabajando el actual gobierno, y debe estar en sintonía con los actuales debates en la materia, sin desconocer las realidades rurales ni el aporte de los cuidados comunitarios. También estoy comenzando un proyecto que estudia el uso de los espacios públicos y la performance en la protesta feminista en tres capitales regionales.
Berta Schnettler Morales
INGENIERA AGRÓNOMA
MACROZONA SUR (REGIÓN DE LA ARAUCANÍA)
Siempre imaginó que su trabajo estaría relacionado con la tierra y los animales, así lo pensaba cuando se tituló de Ingeniera Agrónoma. Pero el mundo laboral no permitió esa experiencia y conoció otros campos de la investigación que hoy la tienen más cerca de las ciencias sociales.
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A Berta Schnettler Morales le gusta el campo. De niña pasó gran parte de su tiempo ayudando en labores propias de la agricultura y el cuidado de los animales. Por eso, no hubo mucha sorpresa cuando dijo que quería ser ingeniera agrónoma. Su padre fue una de las personas que le pidió estudiar odontología, así sería más fácil tener su propio horario y dedicarle tiempo al cuidado de los hijos.
Siempre ha vivido en Temuco. Estudió en el Colegio Alemán, interna desde los seis años porque su familia seguía en el campo. Por un tiempo vivió en Los Ángeles, momento en el que estudió en el Colegio Alemán del Verbo Divino, luego volvió a Temuco, terminando su enseñanza media en el Colegio Bautista.
¿Siempre quisiste ser agrónoma?
Supe que quería ser agrónoma cuando empecé a ayudar a mi papá en el campo, como a los 11 o 12 años. Empecé a arriar vacas, manejar los tractores, guardar forraje para el invierno. Él no quería que yo fuera agrónoma, quería que yo fuera dentista, así podría hacerme mi propio horario de trabajo y cuidar a los hijos. Pero siempre estuve ligada a la tierra. Mi papá decía que no era una carrera para mujeres.
Ingeniera Agrónoma de la Universidad de la Frontera (UFRO), desde hace tiempo está dedicada al estudio de temas sociales y psicológicos. Tras terminar su pregrado, realizó un Magíster en Gestión en la Universidad de La Frontera y luego se fue a la Universidad Autónoma de Madrid donde obtuvo su doctorado en Ciencias Empresariales. Hoy es profesora titular del Departamento de Producción Agropecuaria de la Facultad de Ciencias Agropecuarias y Forestales de la UFRO.
El año pasado recibió el máximo reconocimiento que esta casa de estudio entrega a quienes han desarrollado diversas tareas de la función docente, desempeño de alta calidad en investigación, docencia y vinculación nacional e internacional, y simbolizan un ejemplo para sus pares.
“Tras el pregrado, me di una vuelta diferente y estudié ciencias empresariales. Después empecé a estudiar el comportamiento de las personas, del consumidor de alimentos y eso está basado en la psicología. Muchas colegas han influido en lo que hecho en investigación, como la Dra. María de la Luz Mora, pero hubo una investigadora, la Dra. Marianela Denegri (QEPD), que influyó en mi investigación y me llevó a postular mi primer fondo en el Grupo Estudio de Psicología. Estamos estudiando temas relacionados con la satisfacción con la vida, la satisfacción con la alimentación, familiar y laboral. Y eso lo hemos estudiado en adultos, en estudiantes universitarios, en familias con hijos adolescentes, que es lo que hemos hecho en el último tiempo”, explica.
Los inicios de su carrera no fueron sencillos. El mundo de la agronomía es masculinizado y se lo hicieron saber porque postuló a varios trabajos cuando terminó el pregrado y no quedó. Incluso en algunos le preguntaban si estaba pololeando o si pensaba tener hijos. Cuando volvió a la UFRO la situación cambió. “Demostré que era capaz de ser académica, de ganar proyectos, de estudiar”. Hoy es madre de un hijo de 18 años.
¿Siempre te imaginaste con las botas en la tierra?
¡Claro que me veía con las botas en la tierra! Pero después, los trabajos en esa área no se dieron. Las empresas agrícolas no me contrataban como agrónoma, sino como una asistente porque los agricultores no iban a comprarle insumos a una mujer. Y se me dio la oportunidad de empezar a trabajar en consultoría para INDAP en evaluación de proyectos. Primero haciendo divulgación científica. Ahí inicié el diplomado en gestión, después el magíster, después el doctorado. Empecé a estudiar el comportamiento de compra de alimentos por parte del consumidor: qué es lo que preferían, sobre nuevas tecnología de producción, marcas, cosas así, hasta que, llegué centrarme mucho más en la psicología. Pero en un área muy acotada: calidad de vida, bienestar subjetivo, asociado todo con la alimentación. Después eso derivó en la investigación en la familia y luego el trabajo. Sigo estudiando esos tres constructos que son la familia, la alimentación y el trabajo.
¿Hacia dónde estás guiando tu investigación?
Hoy estoy estudiando en el área de los conflictos que se presentan entre trabajo y familia. Cuáles son las demandas laborales, familiares y alimentarias que promueven los conflictos entre trabajo y familia, tanto en padres como en madres. Cuáles son los recursos que promueven el enriquecimiento entre el trabajo y la familia y cómo esto afecta al padre, a la madre y a un hijo adolescente. Eso es lo que estoy haciendo hoy día, es mi investigación principal. Además, colaboro en otras investigaciones, pero hoy día estoy dedicada a las ciencias sociales, a la psicología.
¿Qué le diría a las niñas, adolescentes que están en el colegio? Considerando su experiencia y todo lo que ha vivido hasta aquí…
Les diría que no hay límite, que uno puede hacer lo que quiera y se puede reconvertir las veces que uno quiera y las que sean necesarias. No me resultó lo de agronomía, me cambié al área más económica, en eso me tuve que reinventar también porque los primeros proyectos que presenté eran muy aplicados, no eran fáciles de financiar. Y tuve que dar una vuelta de tuerca y ahí empecé ya con temas más relacionados con la psicología. No te marca lo que estudias, ni dónde estudias, sino la capacidad que uno tenga de reinventarse, de esforzarse en nuevas áreas, de aprender, uno nunca termina de aprender.
Daniela Haro Díaz
BIÓLOGA MARINA
MACROZONA AUSTRAL (REGIÓN DE MAGALLANES Y LA ANTÁRTICA CHILENA)
De niña quería ser veterinaria pero cuando descubrió la biología marina supo que podría investigar a uno de sus animales preferidos: las ballenas. Por más de 10 años, la dieta de estos cetáceos ha sido su objeto de estudio.
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Es una de las 35 chilenas que ha sido reconocida con el premio For Women in Science que otorga L´Oréal y Unesco a destacadas mujeres científicas. Daniela Haro es bióloga marina de la Universidad Austral, Magíster en Ciencias con mención en Manejo y Conservación de recursos naturales en ambientes subantárticos de la Universidad de Magallanes y Doctora en Ciencias, mención Ecología y Biología Evolutiva de la Universidad de Chile. Su investigación se centra en descubrir los secretos de la dieta alimenticia de ballenas.
¿Siempre quisiste ser bióloga marina? ¿Cómo llegas a esa carrera?
Siempre me gustaron los animales, desde que tengo memoria, y me gustaba el mar. Primero quería ser veterinaria, pero después supe de la carrera de biología marina. Siempre me gustaron las ballenas también. Entonces cuando supe que existía biología marina, me decidí por esta carrera.
Siempre ha vivido en Punta Arenas. Solo salió de la ciudad para estudiar su pregrado en Valdivia y luego su doctorado en la Universidad de Chile en 2014. Como escolar, hizo toda su educación (preescolar, básica y media) en el Colegio Miguel de Cervantes.
¿Cómo eras de alumna?
Siempre me gustó la ciencia. Los días miércoles en el colegio se organizaba una actividad que se llamaba el Minuto Ecológico y me encantaba participar en esas cosas. En todas las actividades en realidad participaba, me gustaba mucho ir al colegio. Fui presidenta de curso, participé en el centro de alumnos. Siempre muy participativa. Como estábamos desde muy chicos, tenía hartos amigos, también jugábamos taca-taca en los recreos.
¿Tenía buenas notas?
Sí, tenía buenas notas. En algunas oportunidades estuve dentro de los primeros lugares del curso, no siempre. Yo creo que cuando estaba en octavo o primero medio ya supe que quería ser bióloga marina.
¿Hubo algún profesor o alguna profesora que te marcara positivamente?
La profesora de química Cristina Larravide. Participé dos años en las olimpiadas de química. Y, aunque soy bióloga marina, actualmente igual trabajo con isótopos estables. Logré unir la química —que me gustaba harto— con lo que hago ahora.
Hoy es investigadora del Centro Bahía Lomas de la Universidad Santo Tomás y académica de Claustro del Programa de doctorado de conservación y gestión de la biodiversidad de esta misma universidad. “Mi estudio se centra en la alimentación de los mamíferos marinos y en particular de las ballenas. Partí estudiando la alimentación de la ballena jorobada aquí en Magallanes, en el área marina costera protegida Francisco Coloane y ahora estoy estudiando la alimentación de las ballenas Sei”, señala.
La dieta de estas dos especies, las estudia mediante isótopos estables de carbono y nitrógeno. “En el caso de la ballena jorobada, lo hicimos con biopsias de piel: colectábamos un pedacito de piel muy pequeño, de menos de un centímetro y lo estudiamos mediante isótopos de nitrógeno y carbono. Entonces, colectábamos las presas de las ballenas, como la sardina, el langostino y el krill y comparábamos los atómos de las ballenas y sus presas”, explica.
En términos sencillos, lo que se hace es medir la cantidad de carbono y nitrógeno que tiene la piel de la ballena y la cantidad carbono y nitrógeno que tienen sus presas. “Luego con herramientas matemáticas, estadística, probabilidades, se estima qué probabilidad existe de que la ballena coma sardina. Y eso está dado por el carbono y el nitrógeno. Si la ballena está comiendo principalmente sardina, tendrá en su piel valores similares de carbono y de nitrógeno a la sardina. Y muy diferente del krill. Esta medición se puede hacer en cualquier tejido de la ballena, pero los que hacemos en la piel da una idea promedio de lo que comió tres semanas o dos meses atrás”, cuenta Daniela.
En el caso de la ballena Sei, la técnica de medición es distinta, porque en ese caso se centra en animales que están varados en las playas. Al estar muertos, no solo toma muestras de piel, también de las barbas que por su tamaño (40 a 70 centímetros) guarda mucha información, lo que permite obtener información de lo que comió hace cuatro años o más, porque las barbas van creciendo. “Es como si fuera el cabello humano. En la punta de mi pelo puedo encontrar información sobre lo que comí el año pasado y más cerca de la raíz, encontraré datos de lo que comí hace algunas semanas”, indica la bióloga marina.
Daniela es una convencida de que todo se puede lograr si las cosas se hacen con pasión y siguiendo la vocación de cada uno. En su futuro cercano, su investigación continúa teniendo como centro las ballenas. “Llevo años estudiando su alimentación y ahora con la nueva información que he conseguido respecto de la alimentación, estoy armando la red trófica. Es decir, todos los componentes del ecosistema, predadores, presas, las interacciones que se producen entre ellos, el medio. Por ejemplo, sabemos que hay períodos en los que las ballenas se alimentan fundamentalmente de langostinos, otros de sardinas. Hay variaciones, no sabemos bien por qué pero probablemente se deba a cambios en su abundancia. Ahora, dependiendo de lo que coman y la cantidad de ese alimento, hay ballenas que pueden dar a luz crías más pequeñas o de menor peso, o que deban ir comiendo mientras están migrando porque no fue suficiente lo que comieron en nuestras costas”, indica.
Siempre le gustó la vida al aire libre, el contacto con la naturaleza y cuando sus hijos estén un poco más grandes, retomará esas actividades. Mientras, juega legos, pinta con ellos y les lee cuentos.
Macarena Bonhomme
SOCIÓLOGA
REGIÓN METROPOLITANA
Los privilegios de algunos y el poco acceso a ellos de otros fueron motivo de cuestionamiento desde que era una niña. Hoy su investigación se centra en comprender la desigualdad a nivel social, étnico/racial, cultural, y económico.
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Antes de entrar al colegio, Macarena Bonhomme ya quería aprender a leer, y comenzó a hacerlo durante sus vacaciones. “Yo era la que molestaba con preguntas. Me gustaba aprender. En el colegio me gustaban los ramos de literatura, filosofía e historia, y también estaba en coro. Me gustaba mucho cantar. Leía novelas, y libros más históricos. Me refugiaba mucho en la lectura. No era mucho de salir a jugar o ver monitos animados. Vivía más bien en un mundo de adultos”, cuenta.
Situaciones familiares hicieron que revalorizara la vida y mirara desde otra perspectiva el mundo. “Me dicen que soy risueña y creo que de alguna forma viene de ahí, como de saber que hay que disfrutar lo que tenemos, agradecer que estamos sanos, porque todo se puede ir en un segundo”. En ese contexto, los libros fueron su refugio y su mayor entretención durante su infancia. En ellos aprendió de la sociedad que la rodeaba y comenzó a cuestionar esa realidad, siendo muy consciente de los privilegios que algunos como ella tenían y a los que otras personas simplemente no podían acceder.
“Fui súper consciente de que tenía más privilegios que otros y me conectaba con los que no tenían esas posibilidades. A los 12 o 13 años empecé a enterarme de lo ocurrido en el Golpe de Estado y la dictadura, a partir de los debates que había en mi casa entre mis papás y mi hermano mayor. Me interesó mucho saber la verdad y comencé a leer, a formar un pensamiento político propio, y trataba también de compartir estas reflexiones en el colegio. Pensaba distinto a los demás y pese a que era muy tímida, exponía lo que pensaba y lo que leía. Tenía profesoras, como Margarita y Loreto, que me apoyaron mucho, y fomentaban mi lectura e interés por conocer ese periodo de la historia. Hace un tiempo de hecho me invitaron a dar una charla en el que fue mi colegio. Me gustaba mucho escribir también. Pensé ser periodista en algún momento, porque me gustaba escribir… pero me di cuenta después que lo que escribía era sobre temáticas sociales, sobre desigualdad.”
¿Cuándo decidiste que querías ser socióloga?
Era chica. Yo quería tener claro qué estudiar para enfocarme en eso en mi enseñanza media y que me fuera bien en la PSU. A los 14 años descubrí que existía esa carrera, navegando en internet. En algún minuto pensé en estudiar medicina, porque típico que si a uno le va bien en biología y matemáticas, estudia medicina, pero no era una carrera para mí. Me iba bien en todos los ramos, pero tenía súper claro que lo mío era lo social, estar en contacto con las personas y conocer sus historias. Quería independizarme económicamente lo antes posible y estudiar fuera del país. De hecho, en mi anuario me pusieron que mi sueño era “vivir en Europa”. Me hice un plan de cómo llegar a eso y conocer otras realidades fuera de Chile, y por eso sentía que tenía que saber qué carrera iba a estudiar. Me puse a buscar y encontré sociología y sentí que era perfecto para mí. No era una carrera tradicional, y mi familia hubiera preferido que estudiara derecho, pero me convencí de que era lo que me gustaba, aunque no sabía si iba a ser buena en eso.
Estudió sociología en la Pontificia Universidad Católica de Chile. “Entonces no conocía a muchos cientistas sociales y en la universidad la mayoría de los profesores eran hombres, pero tuve algunas profes mujeres que tenían postgrado o venían llegando de sus doctorados en el extranjero, y quise hacer lo mismo. Tenía que ganarme una beca para irme a estudiar fuera de Chile. Justo antes de postular a la segunda convocatoria de Becas-Chile, me gané una beca de la embajada de India como parte de un programa de intercambio cultural y donde también ofrecían un curso de inglés en Nueva Delhi, y me fui para allá”. Al volver postulé a Becas-Chile y afortunadamente pude ir a Londres a hacer un magister en la London School of Economics and Political Science (LSE). Me llamó la atención uno de estudios culturales, y es ahí donde me empecé a interesar por las migraciones, partiendo con la migración forzada y el exilio. Además, Londres es una ciudad muy cosmopolita y reforzaba mi interés respecto de las migraciones. La investigación para mí era importante porque significaba la posibilidad de conocer y conectar con las personas en sus situaciones particulares. Entender sus problemas cotidianos y las formas en que los enfrentaban desde sus contextos sociales. En el magíster quise centrarme en la metodología cualitativa, porque quería conectar con las personas, hablar con ellas. Las cifras muchas veces quitan toda humanidad y nos olvidamos fácilmente de quiénes están detrás de esos datos”, explica Macarena.
Luego de hacer una pasantía en las Naciones Unidas en Ginebra, volvió por un par de años para trabajar en proyectos como asistente y seguir investigando las migraciones en Chile. Después volvió a Londres para seguir estudiando, pero ahora más enfocada en los estudios raciales, ya que cuando investigó en Santiago se dio cuenta del racismo que existía contra migrantes. “El Doctorado lo hice en Goldsmiths, de la Universidad de Londres, junto a Les Back y Caroline Knowles que son expertos en estas temáticas y pioneros en la investigación cualitativa de frontera e interdisciplinaria”.
Hace 12 años que su campo de estudio son las migraciones y durante toda su carrera, el tema que ha cruzado su investigación han sido los procesos de inclusión y exclusión social, sobre todo las migraciones internacionales como una manera de comprender la desigualdad a nivel social, étnico/racial, cultural, y económico. “El tema migratorio y del hogar me llamaba mucho la atención porque desde los 15 años, y especialmente durante la universidad, me cambié muchas veces de casa, y aunque la experiencia es radicalmente distinta, puedo entender algo de la inestabilidad e incertidumbre que viven muchos migrantes. Además, ser migrante en Londres reforzó esa experiencia y me permitió conectar mejor con los participantes de las investigaciones que realizaba.
Por otra parte, siempre sentí que no pertenecía completamente a ningún espacio, especialmente por losdistintos contextos sociales y culturales en los cuales me movía”.
Para esta socióloga, “las migraciones contemporáneas se configuran como uno de los grandes problemas para la cohesión social, y es fundamental considerar también los procesos de racialización emergentes y las formas de inclusión y exclusión que se configuran en las sociedades de destino".
En su investigación doctoral, ella condujo una etnografía. “Sentí que la etnografía era la mejor forma de llegar a los participantes migrantes y chilenos porque la premisa de este método es que para entender en profundidad los mundos sociales y culturales de las personas, es necesario participar de esos mundos e interactuar cotidianamente con los participantes. Una investigación etnográfica extensa permite generar con el tiempo un vínculo de confianza con ellos; algo que no siempre se logra con entrevistas aisladas”. Vivió más de un año en la comuna de Recoleta para estudiar la convivencia que había entre chilenos, migrantes antiguos y recién llegados.
Durante su doctorado se centró también en el estudio de métodos visuales y participativos de investigación. “Desde los 14 años me gusta mucho la fotografía, entonces mi doctorado me permitió unir mis dos pasiones: la sociología y la fotografía”. A su juicio, “la fotografía fue una forma de documentar la realidad habitacional y la situación precaria que vivían muchos migrantes del barrio detrás de las puertas cerradas de cités, conventillos y galpones. Me permitió visibilizar la convivencia y conflicto en el barrio, involucrar y conectar con los participantes y también dar algo a cambio al regalarles las fotos impresas. La fotografía documental permite también transmitir ideas sociológicas a personas más allá de la academia, y así intentar desarrollar, de a poco, una sociología pública que democratice el conocimiento”.
Lo último en su investigación es estudiar las formas de resistencia de migrantes trabajadores de delivery, y cómo a través de las redes sociales (Twitter, Instagram y whatsapp) resisten las condiciones laborales, y desarrollan formas de solidaridad.
¿Qué le podrías decir a una joven que hoy está explorando, pensando qué estudiar, que hacer de grande?
Le diría que busquen lo que les interesa y sigan su intuición más allá de lo que los otros dicen. Creo que es fundamental cuestionar los comentarios de otros respecto a su futuro, y ser cuidadosas respecto a quién escuchar. Muchas veces las circunstancias económicas y sociales en que muchas jóvenes se encuentran llevan a que no sea posible hacer lo que les gustaría, y creo que es ahí donde es clave mejorar la calidad de la educación pública, avanzar en la gratuidad en la educación superior y en la difusión de información sobre las distintas carreras de pregrado para que así jóvenes puedan estar al tanto de los distintos caminos que pueden seguir. Esto permitirá que ellas vean que, sea cual sea la carrera que elijan, ésta esté dentro de sus posibilidades.
Que traten de ver también cómo pueden contribuir a la sociedad desde ese espacio. Yo siento que no hay nada más satisfactorio que trabajar en algo que contribuya a la sociedad, aunque sea poco, porque permite darle sentido a lo que hacemos. Aportar a que otras personas, independiente de dónde vengan, tengan acceso a derechos sociales, el derecho a ser felices, a cumplir sus objetivos de vida, a vivir sin miedo, a vivir en paz, a vivir libres de discriminación y racismo. Los y las investigadoras no solo contribuimos con conocimiento, sino que también trabajamos para mitigar las desigualdades, y avanzar hacia la cohesión y justicia social a partir de nuestros estudios”.
“Ser investigadora hoy sigue siendo un desafío, pero no por eso no es posible, y es clave inspirar a las nuevas generaciones. Hay que visibilizar a las mujeres que hacen investigación. En la historia, muchas mujeres fueron invisibilizadas, científicas brillantes. Creo que la convicción y la determinación es un movilizador de cambio, y es lo que genera un impacto a nivel social”.
Hoy es Profesora Asistente del Doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Chile, Investigadora Joven del Núcleo Milenio de Desigualdades y Oportunidades Digitales NUDOS e Investigadora Adjunta del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social COES. Recientemente fue invitada a formar parte del Comité Editorial de una de las revistas académicas más prestigiosas de su área a nivel internacional: Ethnic and Racial Studies.